Un día, hace algún tiempo, una persona que siempre me miró con desconfianza, me soltó en la cara: “¿Tu trabajo de periodista consiste en lanzar propaganda, no?”. Era una pregunta retórica, no planteaba ninguna duda real. Verbalizaba su opinión. Y el empleo del término “propaganda” en lugar de “información” tenía toda la intención maliciosa que imaginan. En aquel momento, iniciaba yo una breve pero intensa experiencia profesional en el mundo de la comunicación vinculada a la actividad política municipal de Castelldefels.
A aquella aseveración camuflada en forma de pregunta respondí que no había que confundir la comunicación con la propaganda. Que la mala práctica de algunos no debería hacernos caer a todos en el mismo saco del descrédito profesional. No rebajé el nivel de desconfianza de esa persona, que siguió escrutándome de esa manera inquisitorial durante el resto del tiempo que compartimos en la actividad política municipal.
La ciudadanía merece estar informada. Para ello es necesario que haya unos medios de comunicación lo más libres y objetivos posible, asumiendo que la plenitud de esos valores, la libertad empresarial y la objetividad periodística, son imposibles de alcanzar en su totalidad. Desengáñense. No existe ni un solo individuo libre y objetivo al cien por cien. Y las empresas dirigidas por individuos, tampoco. Pero los medios de comunicación son imprescindibles para garantizar el derecho fundamental de los ciudadanos a recibir una información rigurosa y veraz de todo aquello cuanto sucede a su alrededor.
Los partidos políticos, y sus dirigentes, también deben estar comprometidos con esta causa. Es mi opinión. Cuando observen que un dirigente político emplea de forma recurrente frases huecas, sin argumentos de fondo, sin contenido más allá del puro eslogan, huyan de esa persona.
Eso es propaganda. El arte de repetir lemas sin esforzarse en desarrollar una idea compleja, elaborada. En el marco de la actividad política local se van a encontrar con claros ejemplos de este arte de rellenar espacios de comunicación pública (discursos, tuits y artículos) cuya única fuerza radica en poner énfasis en el titular, en el eslogan. Verán que luego no hay ninguna idea desarrollada, ningún argumento elaborado. Quizás porque no haya nada real más allá del simple titular.
Si le quieren hacer creer que la realidad política y social de su ciudad depende única y exclusivamente de eso, de un eslogan, de un titular, eso es propaganda. No le están comunicando nada. No le están informando de nada. En esto de la comunicación periodística y política busquen, comparen y no se queden con la superficialidad de una frase más o menos ingeniosa y ocurrente. Hurguen en su interior. Busquen traducir algo de eso en contenido real y en hechos demostrables. Ahí encontrarán la verdad, la información. Si no hay nada, es que le están manipulando y engañando. No se dejen.