Huella digital

El acceso masivo a la tecnología y, más concretamente, a las redes sociales hace que se multipliquen los datos que generamos de una forma exponencial. Casi cuatro mil quinientos millones de personas interactúan constantemente en internet con una media de seis horas diarias. Es un sesenta por ciento de la población mundial y, a esta velocidad, en pocos años llegaremos a los cinco mil millones, que será un setenta por ciento.
Por poner un ejemplo positivo, en estos momentos cada persona puede tener su propia marca personal en la red, sin tener que pasar por grandes corporaciones mediáticas con sus propios intereses empresariales. Ahora todos podemos ser “famosos digitales” desde casa y muchos lo están consiguiendo. Constantemente están apareciendo nuevos grupos de música, cantantes, personal trainners, influencers,… En definitiva, un sinfín de talento que ha pasado de estar oculto a tener una exposición mediática increíble con una inversión muy pequeña. Y todo ello, porque el resto de personas los interesamos y los seguimos de forma online. Una verdadera revolución.
Eso sí, todas las interacciones que realizamos en la red van dejando un trazo. Son la conocidas “huellas digitales” de cada uno de nosotros. Aunque no interactúes, una simple actualización de un programa deja huella. En consecuencia, se están creando enormes bolsas de datos: el célebre Big Data. Y detrás, no se nos escapa que existen miles de ordenadores con inteligencia artificial trabajando para identificar intereses, tendencias, gustos, preferencias, etc, que muchas empresas, comercios… los consideran clave para el éxito de sus negocios. Todos los comentarios en blogs, webs y redes sociales, uso de aplicaciones, registros de correo electrónico, compras, un simple e inofensivo like… forma parte del historial online de cada persona. Toda esa información estructurada dará un gran poder, pues sabrán qué está demandando el público para ofrecérselo, antes de que lo necesite o, incluso, que lo haya pensado.
Por otro lado, los estados han empezado a proteger a sus ciudadanos con leyes como la LOPD (Ley Orgánica de Protección de Datos), el RGPD (Reglamento General de Protección de Datos, a nivel europeo) o la LOPDGDD (Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales). Todas tienen como objetivo proteger las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas, su integridad personal y familiar. Y aunque son leyes muy recientes, obedecen a la solución actual para cumplir el artículo de la Constitución, concretamente el artículo 18.4 de derecho al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen. Y aún falta mucho por legislar.
Sin embargo, aunque la privacidad ha adquirido otras dimensiones donde ser totalmente anónimo, es casi imposible desde el momento que te desplazas con un móvil en el bolsillo, también es nuestra responsabilidad estar atentos y proteger nuestra intimidad. Para ello, deberíamos hacer búsquedas en modo incógnito, evitar las wifi abiertas, actualizar periódicamente nuestras contraseñas utilizando sistemas de cifrado, eliminar las cuentas de correo electrónico antiguas, evadir las encuestas aunque sean de pocas preguntas, leer las condiciones de uso que casi nadie hace, instituir una cuenta para correos electrónicos no deseados, cerrar correctamente las sesiones utilizadas y no abandonarlas sin más, no dar datos privados en webs poco fiables y tener siempre al día los antivirus y demás protectores.
La red es infinita. Está llena de información, publicaciones, productos, servicios y todo tipo de oportunidades a nivel mundial. Sin duda, creo que no sabríamos vivir sin ella, nos beneficia, la tenemos que usar, aprovechar y disfrutar. Pero hemos de ser conscientes que existe una huella digital, que debemos cuidar actuando de forma sigilosa, responsable y prudente.