Los autobuses de la Rué

Me han sugerido que escriba un artículo sobre los autobuses de la Rué y me ha parecido adecuado, ya que forman parte de la historia de nuestro pueblo. Seré muy breve con la parte histórica, que se puede encontrar en internet, ya que prefiero hablar de mis vivencias relacionadas con ellos, que es lo que suelo hacer últimamente en mis escritos.
Los orígenes de la línea Barcelona-Castelldefels se remontan a 1928, pero es a principios de los años sesenta cuando la empresa de D. José Rué Tost se hace cargo de la línea. La empresa funcionará hasta el año 1995 en que la empresa Mohn se hace cargo del servicio. La cochera estaba situada en la Avda. 305, creo que cerca del mercado El Porvenir. Durante 35 años (en mi caso, 27 años) todos pudimos contemplar los autobuses de color verde y blanco que transitaban por nuestra ciudad y nos llevaban hasta Barcelona.
Cuando iba a Barcelona con mi familia, cogíamos el autobús en la plaza de la Estación. Aparcaba para recibir a sus viajeros en la parte derecha de la plaza, junto al bar Getxo y el quiosco de Sillero. Era un buen lugar, aunque nos pillaba lejos de casa, podías comprar algo para leer y también tomarte un café servido por Juan o Jesús, los camareros del Getxo.
Nosotros siempre cogíamos la línea que nos llevaba por la autovía, no la del interior que pasaba por L’Hospitalet. Siempre recordaré los diversos campings por los que pasábamos durante el recorrido: El Cocodrilo Llorón, La Ballena Alegre, el Estrella de Mar, el Tres Estrellas, El Toro Bravo, el Albatros etc. Las discotecas como el Tutankhamon, el Silvi’s, el Tropical y alguna más que no recuerdo, el restaurante y gasolinera La Pava y muchas cosas más que no cabrían aquí. Las dunas, fijadas con innumerables pinos que nos iban acompañando, perfumaban el ambiente cuando el único aire acondicionado que existía eran las ventanas abiertas.
El recorrido acababa en la plaza Goya, una plaza pequeña que me cuesta ya recordar (cómo pasa el tiempo), cercana a la plaza Universitat. Desde allí cogíamos otros autobuses o el metro para ir hasta la casa de nuestros familiares. En los últimos tiempos solíamos ir en tren hasta el Clot para ir a casa de mis tíos, que vivían en la calle Biscaia. O hasta Sants o Passeig de Gràcia si íbamos al centro. Cuando volvíamos por la noche, recuerdo que me adormilaba con el traqueteo del autobús mientras contemplaba las pinedas iluminadas por las farolas de neón o mercurio que daban un cierto aire misterioso al recorrido con ese color ambarino que rebotaba contra el asfalto.

Como decía Machado: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.” En este caso los autobuses de la Rué que pasaban por la C-31 no hicieron camino sobre la mar, pero sí junto al mar. Pasaron esos tiempos, no existen ya los vehículos, no existen todos aquellos campings, apenas quedan algunas ruinas de toda aquella vida que fue y que guardamos con cariño en nuestra memoria.