Hoy es martes 12 de mayo de 2020 y hace ya demasiados días que estamos confinados. Nunca hubiéramos pensado que llegaríamos hasta aquí, en una cuarentena que ya va por su sexagésima jornada y ha sobrepasado con creces su nombre primigenio.
Es temprano y me llega un nuevo mensaje de María José Buxó en el que me cuenta preocupada que, a pesar del tiempo transcurrido, ahora resulta que no quiere salir, cuando hace unos días soñaba con hacerlo.
—Debe de ser un síndrome cuyo nombre desconozco, Felipe, descarto el de Estocolmo, por la simpatía que le tengo a ese Gobierno— me indica irónica.
Guardo silencio y en cierto modo la comprendo. En el exterior nos están esperando los problemas que habíamos dejado. Como no podíamos hacer nada, eso nos daba una coartada para no afrontarlos, pero están esperándonos inmisericordes en cuanto salgamos.
El jueves, 14 de mayo de 2020, tenía que haber estado en Jaén presentando mi nuevo poemario Mil grullas de origami de la editorial El Bardo, dedicado a Takumi, mi nieto japonés que acapara epítetos: guapo, rubio, simpático, ojazos…
Tokiota de Mitaka-shi:
Takumi es un buscador / de sonrisas, / la vibración de un taiko, / porque estamos de fiesta, / porque se deshace la distancia / en su casa de ciprés y abeto. // Una grulla / que atraviesa la noche, / ¡qué buen augurio! // Hace muy poco fue ayer / y ahora estamos sucediendo / bajo el cielo de Mitaka.
Para este acto habíamos concertado con la familia dispersa por todos los rincones de España acudir a Jaén, nuestra ciudad de infancia, «Jaén, levántate brava», para vernos, abrazarnos y comprobar que estamos en el camino, aunque solo sea para contradecir a COVID-19. El evento estaba previsto a las siete de la tarde en el Salón Mudéjar del que fue palacio del Condestable de Castilla Don Miguel Lucas de Iranzo, en ese Jaén de tanta historia y tan injustamente olvidado.
Hoy ya es viernes 22 de mayo, septuagésimo día de confinamiento, con ese extraño desafecto que ponen los números ordinales. Estamos a las puertas de un fin de semana soleado e intrascendente.
«¡Libertad! ¡Libertad!». Gritaban en Madrid, en Valencia y en Málaga, manifestantes. «¡Sánchez, genocida! ¡Sepulturero!», gritaba una señora en el barrio de Salamanca.
Sonaba fuerte, demasiado fuerte, el himno de España.
Leo que, debido a nuestro ejemplar comportamiento, a los habitantes del área metropolitana de Barcelona, a partir del lunes 25, el comité clandestino de sabios que asesora al Gobierno va a concedernos el grado 1 en nuestro arresto domiciliario.