A nadie le resulta extraño escuchar o leer expresiones del tipo: “las familias han cambiado”, “las relaciones de pareja ya no son lo que eran”, “el matrimonio está en crisis”… De hecho, los partidos de extrema derecha han encontrado en la defensa de las relaciones conservadoras de convivencia, de la masculinidad tradicional y de las relaciones hombres y mujeres propias del pasado, uno de sus ejes políticos y electorales más importantes. Pero aunque les pese a muchos y también a algunas, es cierto que en la actualidad la pareja es la institución familiar más inestable que existe y que es difícil que volvamos a situaciones de los años 40 o 50 del siglo pasado.
Curiosamente, esa inestabilidad es fruto de las exigencias de la mayoría a ese tipo de relación, tanto por hombres como por mujeres. La mayoría de personas que buscan pareja, cuando la encuentran, ésta se convierte por obligación en todo su mundo: debe ser su mejor amigo, su compañero de viaje, su mejor amante, su confidente, su solucionador de problemas… Es decir, le pedimos demasiado.
Además, sigue habiendo diferencias entre hombres y mujeres respecto a la pareja y al matrimonio: todavía se contempla a una mujer soltera como incompleta porque parece que su único objetivo, e incluso deseo en la vida, es ser novia, pareja o esposa de alguien. Debe intentar agradar y ser deseable en lugar de centrarse en sus propias aspiraciones y desear. Solo hay que repasar el tipo de fotografías o textos que muchas chicas y mujeres comparten en sus redes sociales para llegar a esa conclusión. En contraposición, los hombres no están tan presionados, ya que tienen sus metas más diversificadas entre su vida profesional, sus aficiones y sus amistades, siendo la pareja o su búsqueda, un propósito más, y en ocasiones el menos relevante.
Por todo ello, en este siglo XXI muchas mujeres, y también hombres, aceptan la soltería como un estado perdurable y no como un período transitorio entre una relación y la siguiente. También apuestan por la amistad como forma más estable y responsable de crear lazos afectivos más allá de la familia o de la pareja. E incluso que ensayan formas nuevas o diferentes de relacionarse en pareja.
Siento comunicarles a los conservadores más recalcitrantes que es inevitable el proceso de cambio de las parejas y de las familias por mucha nostalgia que sientan de un pasado que, por cierto, no fue tan idílico para la gran mayoría de las personas, y en especial de las mujeres.