Fue por orden del almirante Cervera en el año 1961 y por razones de seguridad, ya que comprobó in situ cómo dos turistas alemanes se hacían daño por culpa de la falta de mantenimiento del embarcadero, que estaba muy abandonado. Y habían ocurrido otros accidentes anteriormente. Parece que un barco atracó mal y dañó la estructura del muelle. Esta orden había sido recibida por nuestro vecino Lorenzo León Arroyo, “celador de puerto y pesca”, con categoría de sargento de la Marina Naval y máximo responsable del área marítima de Castelldefels; y por su condición de “condestable”, que es un cargo que ha sido ocupado normalmente por el suboficial más antiguo del servicio de armas.
Desde Comandancia Naval de Barcelona, tenían contratada una empresa en Barcelona para derrumbes, voladuras y demoliciones. Pero nuestro informante tenía que suministrarle la dinamita para tal cometido. Según su conocimiento, eran necesarios unos 400 gramos, y entregó el material explosivo a los técnicos en presencia del cabo Sierra de la Guardia Civil, como responsable de la seguridad en la zona. Pero la empresa, para asegurar el éxito del derrumbe, utilizó más explosivo de su propiedad, situación que causó una gran molestia a los habitantes de la playa por el fuerte estruendo acaecido.
Lorenzo León había ido a dar parte a sus superiores a Barcelona y estuvo ausente en el momento de la detonación, pero al llegar de nuevo a la playa, se encontró con muchos pedruscos en el Paseo Marítimo a la altura del Playafels, exactamente en la terraza del Hotel Miramar. El Sr. León es el organizador, cada 16 de julio, de la festividad de la Virgen del Carmen y fue nombrado comodoro del Club Marítimo de Castelldefels. Allí muy cerca se encontraba el despacho de la Comandancia de Marina en Castelldefels.
Por su parte, el Gremio de Hostelería de Castelldefels, por medio de su presidente, Manuel Ortiz Chumillas, reclamó al Ayuntamiento de nuestra ciudad la instalación de un nuevo embarcadero como atractivo turístico de la ciudad y promocionar la zona de playa.
Terminamos la historia con un drama, ya que el Sr. León nos contó la muerte de un pescador, José Julve (los Julve, una familia que llegó a Castelldefels de su Vinaròs natal). La embarcación fue interceptada durante la pesca de las tallarinas, y el pescador no oyó ni, por tanto, acató las órdenes de ¡ALTO! que le había dicho el teniente, que le disparó, no sabemos si a bocajarro o a quemarropa, y lo dejó agonizando. Esta misma historia nos la relató Daniel Pujadó Julve, ya que era su tío José el que había sido abatido por Infantería de Marina, frente a la calle 9 en año 1953. Se lo llevaron agonizando en un taxi que tardó demasiado en llegar a la consulta del Dr. Claverol, y a la altura de la avenida de la Pineda murió, por lo que fue llevado directamente al cementerio para practicarle la autopsia.
En la puerta del restaurante del Club Marítimo nos encontramos con Juanito Bautista Julve Pons, el último pescador de Castelldefels, que nos comentó que “era mi padre a quien mataron el día 6 de marzo, y yo tenía 11 años. Después, mi padrino me enseñó a pescar y al poco tiempo yo utilizaba la barca de mi padre”. La memoria de Juanito es prodigiosa, se acuerda de los nombres de todos los chiringuitos que derribaron, desde el Pilufa hasta el Patricio. Y para terminar añade: “Mi padre tenía la barca junto al desembarcadero de Playafels”.
Es una historia tan reciente que no está en los libros, y sus protagonistas son una parte importante de la leyenda de un Castelldefels no muy lejano. Ese es el objetivo de este artículo: Que se conozca el pasado lo más fielmente posible porque “no se puede amar aquello que se ignora”.