Ven al festival del motor

No sé si vienen detectando que en los últimos tiempos Castelldefels se está convirtiendo en una ciudad referente para el mundo del motor. En nuestro entorno habrá pocos lugares tan frecuentados por vehículos motorizados, especialmente en los días de ocio, festivos y fines de semana; en una tendencia que además me da la impresión de que se viene acentuando desde el estallido de la pandemia.
Se da la gran paradoja de que, por un lado, son miles los visitantes que acuden a nuestra ciudad para disfrutar de nuestro entorno natural privilegiado; pero hasta llegar a ese paraíso primero tienen que hacer largas colas de tráfico. Es raro el fin de semana en el que no haya una hilera interminable de coches contaminantes que colapsan las vías de acceso a Castelldefels, especialmente en la zona de la playa.
La sinfonía de rugidos de motor, acompañados de toques de claxon y la emisión de gases contaminantes, deben hacer las delicias de los negacionistas del cambio climático. Deben de ser los mismos que disfrutan con el colapso viario, porque ellos no ven coches atrapados en un agujero negro de circulación, que solo agota nuestra paciencia y contamina el aire que respiramos. Ante ese fenómeno, ellos sobre todo ven oportunidades de negocio, consumidores potenciales, visitantes ansiosos de entrar en algún hotel, bar o restaurante. Y nada más. Y esto es un problema grave y debería preocuparnos si queremos preservar la calidad de vida de los vecinos y vecinas, pero también la de esos miles de visitantes que destinan trayectos imposibles hasta poder disfrutar de un rincón agradable en nuestra ciudad.
Hoy en día, en todas las grandes ciudades del ámbito europeo las medidas que se adoptan en la vía pública tienen un denominador común: la búsqueda de la pacificación del tráfico rodado. Y en paralelo a medidas que permitan alcanzar ese objetivo, se adoptan otras que faciliten la movilidad urbana de manera sostenible, como son el fomento del transporte público y la apuesta por medios limpios y amables como la bicicleta. O se apuesta de manera valiente y decidida por los carriles bici; y se potencia la idea de aparcamientos disuasorios antes de acceder a las zonas de mayor afluencia en Castelldefels, o esta ciudad corre el riesgo de morir de éxito, convertida en la capital del festival del motor.
Un exalcalde de infausto recuerdo, Manuel Reyes, despilfarró 25.000 euros de dinero público, ahora hace 10 años, para suprimir el carril bici de la zona de la playa. Ojalá nunca más se vuelva a tener esa ceguera política para no ver que el rumbo de la historia justamente va en sentido contrario. Estamos a tiempo.