Quizá a aquellos que ya pasamos de los treinta, lo que nos viene a la mente de manera automática al leer el título es: blanco y negro mix. Disco de temazos de los 90. Pues lo siento, pero nada que ver con lo que os voy a contar.
Es habitual que relacionemos cualquier vestido blanco de mujer como un vestido de novia. Soy consciente de que no estoy descubriendo nada nuevo, lo que os quiero relatar es por qué blanco. Y no tiene mucho que ver con esa idea de la inocencia y pureza que siempre le hemos asociado.
Como casi siempre, hay que echar la vista atrás, a la antigua Roma en primer lugar. Las novias romanas usaban la túnica blanca de diario y le añadían como toque especial un velo blanco o morado.
Ya en la Edad Media, época gris por excelencia, las novias de las clases altas destacaban el día de su boda por lo colorido de sus trajes. Usaban colores tan vivos como el rojo, azul o verde y para rematar los decoraban cosiendo piedras preciosas o perlas.
Entrado ya el siglo XVIII, las novias pertenecientes a clases más privilegiadas (nobleza y realeza) dejaron de lado los colores llamativos y las novias comenzaron a vestir en tonos metalizados, especialmente plata. Eran un claro símbolo de poder.
¿Y las clases bajas, qué? Los colores más habituales eran el gris y el negro, ya que eran colores más fáciles de reutilizar. Este fenómeno de novias vestidas de gris y negro fue lo más normal especialmente durante los años 1880 y 1920. Desafortunadamente, fue una época en la que los fallecimientos formaban parte del día a día de casi todas las familias por una causa u otra. Las novias se vieron casi forzadas a lucir ese color. Había dos motivos principales: por la muerte reciente de algún familiar o por ser segundas nupcias para la novia viuda.
Entonces, ¿en qué momento comenzamos a ver a las novias vestidas de blanco? Pues se lo debemos a la reina Victoria de Inglaterra que se casó en el año 1840 con Alberto de Sajonia y lució un vestido blanco. Pero para ser honestos, hay que decir que le copió la idea a su prima la princesa Carlota que se había casado muchos años antes ya de blanco.
Por qué lo escogió blanco tiene un buen motivo. La Revolución Industrial que estaba despuntando en Inglaterra en aquellos años estaba dañando seriamente a la industria textil artesanal. Por ello, la reina decidió encargar su vestido a un artesano de la zona. Los bonitos y elaborados encajes destacaban más en las telas blancas y de ahí su elección. Podríamos decir que su vestido de novia fue una muestra de patriotismo.
También es cierto que el blanco se relacionaba a la riqueza por un simple motivo: significaba que la familia podía permitirse lavar el vestido para reutilizarlo. Y lo reutilizó. De hecho, la enterraron con su velo de novia.
Si Inglaterra ya adoraba a su reina, tras ese acto de ayuda a la artesanía local pasaron a adorarla, y las mujeres copiaban o intentaban copiar todo aquello que la reina luciera.
Las fotos de su boda dieron la vuelta al mundo en los periódicos de la época y todas las futuras novias deseaban vestir de blanco como la reina Victoria. La moda arraigó tanto en la sociedad que ha llegado hasta la actualidad. Fue la primera gran influencer.
De hecho, la norma de que nadie más acudiera vestido de blanco al enlace también la impuso ella. La excepción eran sus damas de honor.
La otra moda que creó fue la de vestir de luto, aunque ya era algo más habitual socialmente. Su marido falleció en 1861. Ella tenía tan solo 42 años y vistió el resto de su vida de negro, 40 años.
Falleció con 81 años y su reinado fue el más longevo de la monarquía británica. Adivinad quién le ha arrebatado tal honor. Su tataranieta Isabel II de Inglaterra a la que siempre hemos visto bien colorida, salvo en el reciente funeral de su esposo, que imitando a su antecesora iba de riguroso negro.
Silvia García