La crónica del periodista Gregorio Benítez reconstruye la historia del Bar 58, un lugar de encuentro que marcó una época
Ahora sí, se apagaron definitivamente las luces del antiguo 58
En la Calle Arcadi Balaguer, en el número 58, hubo un lugar hace unos años que fue un bar, bueno fue algo más que un bar. Fue un punto de encuentro, reunión, fraternidad y bautismo. Tras la barra, siempre la figura fina y estilizada de Ángel Gracia, el Jefe del 58. A su lado, su compañera de vida, la matriarca del 58, María Dolores Latorre. Y entre ellos un chico menudo, con la tez blanquecina y la sonrisa perenne en su rostro; José Luis Candela, “El Candelilla”, que así es como le conocía la familia del 58.
Durante más de dos décadas entre los años 80 y los 2000, el 58 ambientó musical y emocionalmente la vida de miles de vecinas y vecinos de Castelldefels que crecimos y aprendimos al calor de la barra de aquel bar; que siempre fue algo más que un bar. Ahí no sólo íbamos a beber, a reír, a llorar, a enamorarnos, a charlar y a jugar al kiriki o al billar. Allí íbamos a vivir, pero con mayúsculas, con intensidad. En el año 2005 el 58 bajó su persiana por última vez para el público pero las luces se apagaron definitivamente el pasado 19 de diciembre con el fallecimiento de José Luis.
El adiós de José Luis
Tenía 54 años y un cáncer agresivo, letal, se lo ha llevado. A su despedida asistimos muchos de aquellos que fuimos amigos suyos de barra de bar. El funeral se celebró en la iglesia de Santa María, a escasos metros de aquel local que en su día fue el 58, justo donde ahora abre sus puertas la guardería infantil “Els angelots”. José Luis enfermó hace tres años, coincidiendo (maldita coincidencia) con la apertura del nuevo 58, un renovado y acogedor punto de encuentro situado justo en frente del viejo 58, en el número 35 de la Calle Arcadi Balaguer; y regentado ahora por Ángel, a quien todos llaman Nino. Nino es uno de los hijos de Ángel y María Dolores, los que fueron los dueños de aquel 58 ochentero y noventero en el que nos criamos.
Gracias a la colaboración de Nino, su hermana Susana y su madre María Dolores, este pretende ser un pequeño homenaje nostálgico a todo lo que representó aquel 58. Un homenaje también al fallecido José Luis y a Ángel Gracia, que desde hace algunos años sufre los efectos devastadores del alzheimer y permanece ingresado en una residencia para personas dependientes en Castelldefels.
Los orígenes del 58
Sentados al calor de una mesa del nuevo 58, Nino empieza diciéndome que “no es porque fuera el bar de mis padres, pero no ha habido otro local como ese en Castelldefels”. Además me cuenta que este es el “tercer bar 58 que hay en la calle Arcadi Balaguer. Bueno, de hecho el cuarto establecimiento de la familia. Mis abuelos, emigrantes aragoneses de Samper de Calanda, abrieron en el año 1957 el “Mesón Los Maños”. Lo abrieron en el número 58 de la calle y allí, rodeado de terrenos, con muy pocos edificios, había unas barracas donde dormían muchos trabajadores de la zona”. Allí la abuela de Nino servía comida casera para todos aquellos “currelas”. Tras la jubilación de los abuelos, se alquiló el local a personas ajenas a la familia, hasta que en 1982, el año en que nació Nino, abrió por primera vez el Bar 58. Ángel y María Dolores reformaron y adecuaron el local a los nuevos tiempos, en un año de cambio para el país, tras el Golpe de Estado del 23-F y la histórica victoria socialista de Felipe González en octubre de 1982. Nino, entre risas, recuerda que su padre, Ángel, siempre decía que “en aquel primer 58 el local empezó a funcionar gracias a las cocacolas con las que invitaba a sus amigos, que le ayudaban a limpiar y preparar el bar; y a Julio Iglesias. Sólo tenía un disco, era de Julio Iglesias, y era lo que sonaba mientras su amigos le ayudaban a limpiar el local”.
El segundo 58, con la llegada de José Luis
Mientras, además de trabajar en el bar, María Dolores se encargaba de la crianza de sus tres hijos, José Luis, Susana y Nino; Ángel empezó a asumir la jefatura del 58 hasta que en 1988 llegó la transformación definitiva del bar. Un año de reformas dejaron imponente el local y con el aspecto definitivo que tuvo hasta su cierre en 2005. En palabras de Nino,
“el local era una mezcla de tribus urbanas, buen rollo, un punto de encuentro donde podías ir sólo, acompañado…”.
Y ahí es donde entró a trabajar el barman, José Luis, codo a codo con Ángel. Nino le recuerda como “uno más de la familia. Yo, siendo un niño, venía del colegio y le pedía un zumo o un agua o le pedía que me quitara las pepitas de la sandía. Y ahí estaba siempre José Luis con una sonrisa, siempre atento para atenderme; igual que si lo hubieran hecho mis padres”. Susana, su hermana, añade: “José Luis se había marchado con nosotros muchas veces, con toda la familia, a pasar unos días de vacaciones. Realmente era uno más de nuestra familia”.
El nuevo 58
Ángel padre ya no puede ponerle voz a sus recuerdos. José Luis, el Candelilla, tampoco. Ahora, a los amigos de siempre y a los nuevos, nos queda el bar de Nino. Él, como digno heredero de la tradición familiar, junto a su hermano José Luis, su hermana Susana y su madre María Dolores, lo tiene muy claro: “Quería reproducir aquí el ambiente de buen rollo que se respiraba en aquel 58”. Y lo hace cuidando hasta el más mínimo detalle, desde la decoración del local hasta el tipo de clientela de la que quiera rodearse. Quien vaya buscando un local de bulla que no se pase por allí. El viejo 58 está ahí, latente, flotando en el ambiente. Hasta el hilo musical ha sobrevivido al paso del tiempo. Nino se enorgullece de “no haber puesto ni un solo reguetón en estos tres años. La línea musical la marco yo y es la misma que sonaba entonces. El funky, el soul y el pop-rock del 58”. Nino, además de barman, es músico, o sea, que a ver quién le discute la selección musical. Y remata: “Es que esto es un modo de vida”.
Tres años después creo que Nino y la familia han conseguido recrear ese local tan especial, apoyados en las habilidades culinarias de Manu, el chef que está a los mandos de los fogones del nuevo 58. Por allí nos reencontramos, y cada vez somos más quienes vamos a beber, a comer, a charlar, a abrazar amigos, a contarnos confidencias en parejas o en grupo; y también los que vamos a recordar a Ángel padre y muy especialmente estos días, a José Luis. Descansa en paz, amigo. Tus compañeros de viaje del 58 no te olvidaremos nunca.