Al final de la calle 11 y el mar, detrás del Colegio Edumar, en los años 80 había un restaurante y dos discotecas en los años de gloria de la playa.
Mi amigo Emilio llegó a Castelldefels procedente de un hotel de la Rambla de Barcelona para instalarse en nuestra ciudad, y con dos niñas, en el hotel Colibrí de la calle 9 y Paseo Marítimo, hoy desaparecido.
Uno de sus directores fue JOSÉ SANTANA ESPEJO, presidente del Gremio de Hostelería de Castelldefels y Baix Llobregat, integrante de la Confraria Gastronòmica Més Onze y fundador de la Escuela de Hostelería de Castelldefels. Dirigió también el Hotel Pino (que se derribó con la Autopista C-32) y el Hotel Catalunya (hoy Hotel Canal Olímpic), como el chiringuito Pilufa. A su vez, fundó Sagasa Viajes y fue presidente del Grupo Europa Viajes. Y, por último, llevó a Castelldefels a la Plaza Roja de Moscú promocionando el turismo local, y a Fitur, entre otras muchas ferias internacionales. Terminó su actividad turística en el Hotel Las Torres de Sant Esteve Sesrovires, donde se jubiló.
Después de disfrutar de la piscina del hotel con sus dos hijas, mi amigo Emilio salió a comer y al final de la calle Onze entró en el Restaurante Pineda, y lo recibió el jefe de sala, Jorge González Rodríguez (el gallego), quien le ofreció la mejor paella de Castelldefels y, de primer un plato, naturalmente, tallarinas. Y en una de las mesas estaba comiendo Jorge Juariste Bordagaray y Héctor, que fueron los primeros argentinos en llegar a Castelldefels. Y el gallego los presentó amablemente para entrar en confianza con el nuevo cliente. El local estaba bajo la dirección de Pepe “el sátiro” y de Horacio Matanzo.
Por la noche, este local se transformaba en la discoteca Siouxsie, de rock and roll, eran los años también de la Movida madrileña y triunfaban Alaska, Loquillo, Ramoncín y Radio Futura. A la discoteca llegaban todos los quinquis con su Seat 124 tuneado, haciendo ruido y presumiendo de motor, ataviados con sus chupas de cuero. Todavía no se usaba la metadona. Jorge Salati (modelo argentino) era el tirador de cerveza y las chicas suspiraban por él. Marta Sánchez lo llevó al altar, fue su primer marido. Jorge vendía tabaco Marlboro y Winston de contrabando de Andorra.
En cambio en el COMPÁS, una discoteca de pijos, justo al lado, llegaban con su Fiat 147, principalmente, chicas del Turó Park de Barcelona, entre ellas Mónica Boada e Isabel Alerany, modelos de Emporio Armani y Antonio Miró, que visitaban las playas de Castelldefels en los años 80. El local estaba dirigido por Ángel Rodríguez y Enrique Boixadós Orta (hoy vive en Alemania), y según Manuel Rodríguez el “Capo de Playa”, era el espacio de los súper pijos. Muchos llegaban desde el Liceu de Barcelona, con estolas de visón, para tomarse una copa y deleitarse con lo último de la música internacional. Otros tantos eran amantes del surf y dejaban las tablas en el Compás para volver al día siguiente.
Era un sueño, decía mi amigo Emilio Peral, vivir junto al mar, escuchar la música de moda, el sexo, el rock and roll, las drogas, el alcohol y la amistad de toda la vida forjada durante los años de encanto de la playa de Castelldefels.