Maixabel

Me encuentro con un amigo y me comenta que ha vuelto al cine después de 14 meses sin pisar una sala. Le pregunto qué película ha visto y me contesta que “Maixabel”, la última película de Icíar Bollaín, cosa que celebro gratamente y, puestos a ello, dedicamos un buen rato a compartir lo mucho que nos ha gustado y a revisar algunos de los dilemas (tremendos) que la película plantea.
Cuando llego a casa, busco los últimos datos que tengo sobre recaudaciones y veo que la película está en el tercer lugar, detrás de “Sin tiempo para morir” y “Dune”, dos producciones mucho más grandes e internacionales. Según esos datos, “Maixabel” llevaba unos trescientos mil espectadores y había recaudado algo más de 1 millón de euros en las dos semanas que llevaba en cartel (la de James Bond contabilizaba casi 2,8 millones de euros y medio millón de espectadores en una semana; y “Dune”, en sus tres semanas, 6 millones de euros y algo más de un millón de espectadores).
Las cifras, desde luego, no son para echar cohetes pero siempre es gratificante que una película como “Maixabel” tenga el respaldo del público y se visibilice en el ranquin. Especialmente porque la película es un alegato impresionante sobre la necesidad de superar los conflictos a través del entendimiento, el diálogo y el acercamiento entre las personas. En estos días donde la crispación, el enfrentamiento y el rechazo dominan cualquier conflicto, la película que nos ocupa es una gran invitación a replantearnos los procesos de solución. Hemos de tener en cuenta que el conflicto vasco es muy complejo, que ha invadido todos los niveles posibles de la sociedad vasca, que ha habido mucho sufrimiento, persecución, marginación social y mucho, muchísimo miedo. El film se mantiene en un difícil e inteligente tono comedido y respetuoso que, indudablemente, no gustará a todo el mundo, pero que permite plantear su narrativa dentro de lo creíble, lo aceptable y lo útil. Añadamos, además, una excelente interpretación de Blanca Portillo dando vida a esta mujer tan entera, tan valiente y tan cabal; y la de Luís Tosar, que logra transmitir con claridad ese proceso que va desde la euforia del asesinato a la asunción de la culpa. Y es que “Maixabel” viene a decirnos que seguramente no podremos perdonar nunca lo imperdonable, pero que a nuestros hijos no podemos legarles una sociedad de odio y rencor y que cada uno/a debe poner lo que esté de su parte para lograrlo.

Y sobre mujeres y madres hay en estos momentos unos cuantos títulos de gran interés: por supuesto “Madres paralelas”, cine puro Almodóvar a partir de la maternidad deseada de una mujer y la no deseada de otra (imagino que ya sabréis lo mucho que se ha hablado sobre las interpretaciones de Penélope Cruz y de Milena Smit). Claudia Llosa también nos habla de maternidades (aquí madres protectoras) en “Distancia de rescate”, en este caso las mujeres tienen el rostro de María Valverde y Dolores Fonzi y la podéis ver en Netflix. Si sois de cine duro, por supuesto recomendaros “Titane” la segunda película de Julia Ducourneau tras “Crudo”, que ganó la palma de oro en el festival de Cannes y que nos ofrece un film contundente, inquietante y transgresor que pone en cuestión casi todas las certezas que sobre géneros teníamos hasta ahora. Para elegir.