Vibradores curativos

Por Silvia García

estaesotrahistoria.wordpress.com
https://instagram.com/estaesotrahistoria

No estáis equivocados si al leer el título habéis pensado en los famosos juguetes sexuales conocidos como “vibradores”. Lo que no significa que vaya a ser éste un artículo de tinte sexual, ya que tampoco lo eran estos aparatos en sus inicios.
Lo que quisiera mostrar es que mucho antes de la exitosa llegada del satisfayer ya existían objetos similares que ayudaban a llevar una mejor calidad de vida.
Cuando hablo de que poco hemos inventado que no tenga su semejante en el pasado, es que hasta en los inventos más insospechados existe algún antecedente. Si hablamos de vibradores, se dice que la primera que ideó y utilizó uno fue la maravillosa Cleopatra. Innovadora como pocas, ella utilizó una calabaza vaciada por dentro y que posteriormente rellenó de abejas. Una vez cerrada, la agitaba con la intención de que el revoloteo de esas abejas provocara las deseadas vibraciones. No me negaréis que es digno de una increíble imaginación.
No se encontró ningún resto de este vibrador casero, al menos por lo que yo he podido averiguar. La versión nos queda como una posible teoría.
Pero sí se conoce el lugar en el cual fue encontrado por primera vez un vibrador similar a lo que asociamos actualmente. El lugar de tal hallazgo no fue otro que un convento de París en el siglo XVII.
Se hallaba oculto en el relleno de un sillón. Veamos, en su defensa diré que cuando vayamos descubriendo sus usos y funciones originarias igual no nos escandaliza tanto, pero bien es cierto que si tan oculto estaba, algo de sospechas despierta.
Más allá de teorías curiosas e ideas sexuales respecto a este aparato vibratorio, la realidad es que su inventor fue un doctor británico llamado Joseph Mortimer Granville en el año 1870. El nombre que recibió fue percuteur.
¿Con qué finalidad o uso lo inventó? Pues podía servir para calmar cualquier tipo de dolor corporal. Ya podía ser para aliviar dolores musculares como para calmar cólicos de bebés. Las mágicas vibraciones parece ser que eran capaces de calmar cualquier dolor tan solo con colocar el pequeño objeto sobre la zona dolorida.
Hay una versión también relacionada al mundo de la medicina que sí que nos da alguna referencia un poco más cercana al actual uso de los vibradores. Aunque no está demostrado, se dice que el motivo por el cual aparecieron iría prácticamente unido a la cura de una supuesta enfermedad llamada “histeria”. Una enfermedad que afectaba especialmente a mujeres. Esta mal llamada “histeria” no era otra cosa que ansiedad, algo muy serio y un gran problema en nuestra sociedad actual.
El tratamiento recibido para curar esa “histeria” consistía en que el doctor realizaba a la mujer un masaje pélvico con el objetivo de lograr el llamado paroxismo histérico, es decir, el orgasmo. Más allá de valoraciones de ética moral, la cuestión es que los médicos estaban bastante saturados con esta cuestión. Eran muchos los maridos que llevaban a sus mujeres a que las curaran. Es por ello por lo que se cuenta que uno de esos doctores fue el que inventó un objeto que producía vibraciones para que las señoras lo pudieran tener en casa, y poder ellas mismas poner remedio en los momentos que lo consideraran necesario.
Lo más curioso de todo este tema es que en ningún momento era un tema tabú para la sociedad. Era un objeto curativo más del que se hablaba con total naturalidad sobre sus usos y propiedades.
Alrededor del 1890, una compañía estadounidense lanzó el primer vibrador a la venta en comercios. Se vendía en la sección de electrodomésticos, como uno más. Era algo terapéutico, una especie de objeto de masaje antiestrés. Entonces, ¿cómo llegamos a relacionar el vibrador como objeto sexual? Pues por aquello de “renovarse o morir” y el marketing. Tantas maravillosas propiedades asociadas al vibrador durante todo ese tiempo resultaron ser demostradas que no eran efectivas en absoluto. La realidad es que no servían para curar nada. Quizá si para dar algo de gustito mientras se producían las vibraciones, pero curar, nada de nada. Esto produjo una gran crisis en el sector. Como se suele decir: se les desmontó el chiringuito. No se rindieron, sino que cambiaron la publicidad dando un aspecto más sexualizado. En la década de 1950 comenzaron a aparecer señoras con generosos escotes mientras mostraban estos aparatos. Esto provocó que los vibradores se asociaran de manera generalizada a la mujer, y no a las mujeres más “decentes” precisamente. El cine ayudó a crear esta imagen y a hacer que los vibradores se convirtieran en lo que conocemos hoy día, un juguete sexual.
Desde entonces, se convirtió en un tema tabú, vergonzoso y casi vulgar. Nadie decía usarlo y tan solo ver uno la gente se ruborizaba. Quiero pensar que en los últimos años hemos dado algunos pasos adelante en temas sobre sexualidad y hablar de vibradores se está convirtiendo en algo bastante cotidiano y tratado con mucha más naturalidad.
Que nunca nos avergüence aquello que nos provoque felicidad.