
Hace unos meses me propusieron realizar la ponencia sobre salud mental para el 6è Congrés de les dones del Baix Llobregat y comencé a buscar información sobre el tema que confirmara o refutara mis impresiones. Es muy curioso que a pesar de trabajar en determinada área profesional día tras día, hasta que no te proponen realizar una exposición sobre un tema en concreto, no cotejas tu experiencia diaria con datos y estudios realizados. Desgraciadamente, el trabajo cotidiano te absorbe y no te facilita momentos para la reflexión.
Toda la información que he hallado no me ha sorprendido ni un ápice. Al contrario, ha confirmado una triste hipótesis: las mujeres gozamos de una peor salud mental.
Ser mujer es un factor de riesgo para sufrir un trastorno de salud mental y los datos lo corroboran: según la Encuesta Europea de Salud del 2020, la prevalencia de depresión en las mujeres duplica la de los hombres (7,1% frente a 3,5%) y en los cuadros de depresión grave la diferencia todavía es más grande: por cada caso grave en hombres, hay 3,5 mujeres. Según el mismo informe, España es, con Portugal, uno de los países de la OCDE donde más ansiolíticos y antidepresivos se consumen. Los datos son elocuentes y alarmantes: más de dos millones de españoles toman diariamente ansiolíticos, que son de fácil acceso en farmacias sin necesidad de un diagnóstico específico. Las mujeres doblan a los hombres en el consumo de psicofármacos y son más proclives al diagnóstico además de depresión, también de ansiedad e insomnio, trastornos que comportan una mayor prescripción de estas sustancias.
Si nos basamos no tanto en trastornos concretos, sino en indicadores de salud mental, las mujeres tendemos a puntuar mucho más alto que los hombres en casi todos ellos: sentirse mal con una misma, percepción de estar decaída o deprimida, sensación de cansancio, problemas para dormir, dificultades para concentrarse, poco interés o alegría para hacer las cosas y en fluctuaciones del hambre.
Diferentes estudios explican que hay una serie de factores psicosociales que aumentan el riesgo de sufrir un trastorno mental a lo largo de la vida, además de una posible etiopatogenia biológica, y que están relacionados directamente con la discriminación y la desigualdad que sufren las mujeres: las violencias machistas y los estereotipos sexuales, principalmente, y también podemos añadir otros aspectos sociales como la pobreza, la clase social o la migración.
En la jornada que se realizará en Castelldefels, como subsede del Congreso, el jueves 26 de mayo en el Centro Cívico de Vista Alegre, analizaremos con otros y otras profesionales de la salud y del ámbito psicosocial los factores que explican estos datos y facilitaremos una serie de recomendaciones a tener en cuenta para mejorar el abordaje de la salud mental de las mujeres. Prometo dedicar el próximo artículo del mes de junio a las conclusiones de la sesión, a la que están todas y todos los lectores invitados, porque la salud mental es la base del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad.