El amor a lo rural

Por: Gerardo Guaza

Desde que se fueron mis padres, me intereso más por lo rural e intento buscar literatura que tenga que ver con ese ambiente, ya que me hace sentir más cerca de ellos.
Por ese motivo, leí Campos azules, una novela de Julia Soria (la primera, por cierto, a sus 73 años) ambientada en un pueblo de Soria. La protagonista de la novela, con tintes autobiográficos, vuelve al pueblo y recuerda una temporada que pasó con sus abuelos después de que sus padres se trasladaran a Barcelona. En la novela se explican muy bien las labores del campo y la vida de un pueblo a mediados del siglo pasado. La abuela de la protagonista me recuerda a la mía materna y muchas de las cosas que pasan a mis estancias en el pueblo en vacaciones. La obra también supone un canto a la España vaciada. A mí me gustó mucho, así que os la recomiendo.
También leí hace un tiempo Ordesa, de Manuel Vilas, y como leí en el Facebook un párrafo de Alegría referido a Proust como sacerdote del pasado también la leí. Alegría es una segunda parte y continuación de Ordesa y sigue la misma técnica narrativa. Capítulos cortos y que no tienen mucho que ver unos con otros. El hilo conductor es el recuerdo de sus padres. Es curioso que nombre a todos los personajes con nombres de músicos. Esas “novelas” (si es que pueden llamarse así) las leí porque el autor buceaba en el recuerdo de sus padres, ya que no tienen ambiente rural.
Ahora estoy leyendo una novela de José Luis Perales (sí, el cantante, ya ha escrito tres novelas) titulada La melodía del tiempo. En este caso también porque la acción transcurre en el ambiente rural de El Cerro, un pueblo castellano inventado. Como está en proceso de lectura todavía no puedo recomendarla.
Llevo tiempo pensando que me gustaría escribir algo de ambiente rural referido a la vida de mis padres en el pueblo. Me he pasado la vida escuchando historias de Sahagún de boca de mis padres y me gustaría escribir sobre ello. El problema es que me muevo mejor en la poesía que en la narrativa y la prosa me cuesta. Al acostumbrarme a concentrar la cuestión literaria en una imagen y desarrollarla con intensidad, pero con brevedad, el desarrollo expansivo de la narrativa lo manejo con dificultad. Sé que es una asignatura pendiente a la que me debo enfrentar, pero como dijo aquél, el miedo es libre.

Mis padres siempre me contaban cosas de su juventud en el pueblo, historias entrañables de su familia, lo que hacían cuando eran pequeños, las labores del campo y, en general, cómo se vivía en aquella época. Además de eso, durante cuarenta años se cartearon mensualmente con un hermano de mi madre que se llamaba Vicente.

Se podría pensar que ese material es poco literario y tal vez sea así, pero como soy viejo ya para que me den el Nobel de Literatura me gustaría intentarlo, más que nada como tributo a aquel tiempo que fue tan duro y que nuestros mayores tuvieron que afrontar con valentía y sacrificio.