El hombre camina

Por Gerardo Guaza

El hombre camina y piensa. El hombre camina y recuerda. Recuerda el paso del tiempo y le viene a la mente un poema del poeta griego Constantino Cavafis (1863-1933) titulado Las Velas:

“Los días del futuro están delante de nosotros como una hilera de velas encendidas –velas doradas, cálidas, vivas. Quedan atrás los días ya pasados, una triste línea de velas apagadas; las más cercanas aún despiden humo, velas frías, derretidas y dobladas… Miro adelante mis velas encendidas. No quiero volverme y ver, con un escalofrío, cuán rápida la línea oscura crece, cuán rápido aumentan las velas apagadas”.

El hombre camina y observa. Observa la nitidez del cielo azul y cómo los días se acortan. Ha llegado el otoño y, como siempre, le recuerda la primavera. Entonces recuerda unos versos del poeta catalán Joan Salvat-Papasseit (1894-1924) pertenecientes al poema Res no és mesquí (Nada es mezquino) que dicen: “Res no és mesquí i tot ric com el vi i la galta colrada. I l’onada del mar sempre riu, primavera d’hivern, primavera d’estiu. I tot és primavera: i total fulla verda, eternament. (Nada es mezquino y todo rico como el vino y la mejilla sonrosada. Y la ola del mar siempre ríe, primera de invierno, primavera de estío. Y todo es primavera: Y toda hoja verde eternamente”.
El hombre camina y el pasado le envía mensajes, fogonazos a través de las cosas que observa. A veces, el banco de un parque le trae el recuerdo de sus padres. A veces, la caricia de la luz en el atardecer le hace pensar en su infancia, en cuando jugaba con sus amigos yendo con la bicicleta o disparando a los indios y vaqueros de plástico con una carabina de aire comprimido.
El hombre piensa en el poema de Cavafis y en que ya tiene más velas apagadas que encendidas. Eso le trae a la memoria unos versos de Antonio Machado (1875-1939): “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”.
El hombre camina hasta la playa y observa las olas y se imagina las estelas machadianas de una barca de pesca partiendo de la orilla en busca de los peces plateados. El hombre camina sobre la arena y recuerda aquellos domingos de playa con su familia. Aquellos días en que la arena ardía y había que correr para llegar hasta el suelo de piedra junto al restaurante que estaba junto a la playa.
El hombre camina hasta la estación de ferrocarril, recuerda los taxis aparcados alrededor de la plaza, los autobuses verdes aparcados junto a un quiosco y los trenes arribando y partiendo. También recuerda las colas en el cine y el puesto donde se vendían palomitas.
El hombre camina y regresa a casa. Piensa en Cavafis, en Salvat-Papasseit, en Antonio Machado y en todos los poetas que ha leído y que han querido atrapar en sus versos el pasado y convertir los recuerdos en algo hermoso que aúna belleza y memoria.