Llega diciembre y parece obligado hacer un resumen de lo que ha sido el año. Uno echa la mirada atrás al panorama cinematográfico de los estrenos del 2022 y se sorprende de los títulos de producción nacional que han llegado a las pantallas, tanto en cantidad como en calidad. Ha sido, sin duda, un año de excelentes películas, aunque no puede decirse lo mismo de los resultados en taquilla, una verdadera tragedia. Para hacerse una idea, ahí va un resumen bastante subjetivo.
Lo que más llama la atención es un grupo de películas de temática y ambientación rural que comparten una visión muy poco idealizada de la vida en el campo y un tratamiento duro y realista de sus circunstancias. “Alcarràs” de Clara Simón, sin duda el título más destacado del año, con un oso de oro en Berlín y 11 nominaciones a los goyas para este retrato sincero, emotivo y sensible de los que viven de los árboles y sus frutos; no menos importante ha sido “As bestas”, de Rodrigo Sorogoyen, premio del público en San Sebastián y 17 nominaciones a los premios Goya, un brutal encontronazo entre la utopía de una vida campestre de huerto y naturaleza y la contundente realidad de quien vive sin desearlo entre los animales y su mierda; un poco entre ambas estaría “Suro” de Mikel Gurrea, también un retrato de urbanitas que aterrizan en el pueblo pero más centrado en las relaciones de los recién llegados y en las injusticias creadas por la globalización. También en este bloque nos entraría la inquietante “La casa de los cactus”, la más clásica “Tros”, la osada y difícil “Rendir los machos” o la tenebrosa “El páramo”. Todas ellas de una calidad y un interés indudable.
También es destacable la cosecha de títulos que se apuntan al terror y sus variaciones. A destacar “Cerdita”, la ópera prima de Carlota Pereda con mucho de rural también y de angustia en una sociedad dedicada al acoso y derribo del débil; y, por supuesto, “Venus”, de Jaume Balagueró, una cinta donde el director demuestra su control de las claves del género y descubrimos a Ester Expósito como la nueva reina del grito. También añadiríamos “La abuela”, de Paco Plaza, “Malnazidos” de Javier Ruiz Caldera, “Veneciafrenia” de Álex de la Iglesia, o la interesante y divertida “Holly Blood” de Jesús Font; todas ellas con un recorrido muy discreto por taquilla que no hace justicia a su calidad e interés.
En un tercer grupo de cine más comprometido encontraríamos algunos títulos muy interesantes que optan por una mirada intensa a la realidad actual: “Una año, una noche”, de Isaki Lacuesta, potente ensayo sobre los estragos personales de los atentados en Francia; “En los márgenes”, la ópera prima de Juan Diego Botto abordando el terrible y actual asunto de los desahucios; “El comensal”, de Ángeles González Sinde, notable adaptación de la novela de Gabriela Ybarra sobre las secuelas de un secuestro de ETA y la muerte de una madre; o “Girasoles silvestres”, de Jaime Rosales, con una Anna Castillo inconmensurable y un impecable estudio de las relaciones de pareja.
Un cuarto bloque sería el de películas personales, suaves en su tratamiento, profundas en su visión, delicadas en su forma, películas excelentes con forma de comedia o drama que resultan deliciosas de ver y perfectas para compartir. “La consagración de la primavera”, de Fernando Franco, es el mejor ejemplo que he visto de cómo abordar con sutileza, elegancia e inteligencia un tema difícil como es, en este caso, el sexo en la parálisis cerebral, una película sorprendente, magnífica. “Cinco lobitos”, de Alauda Ruiz de Azúa, estaría al mismo nivel, pero indagando en la maternidad y las relaciones familiares, especialmente entre las mujeres, otra exquisitez admirable. O “Vasil”, de Avelina Prat, con un magnífico Karra Elejalde y un ejemplo de cómo los silencios y las pausas pueden ser más expresivos que los discursos; una comedia dulce, tierna y profundamente humana. Y el bloque de comedia quizás sea lo más flojo del panorama, con un poquito de todo y algunos títulos (bastante decepcionantes) para hacer algo más de taquilla que con las anteriores. De todos modos, me gustaría destacar “El vasco”, de Jabi Elortegui; “Historias para no contar”, de Cesc Gay. “La vida padre”, otra vez con Karra Elejalde, o “Rainbow”, de Paco León; todas ellas películas de buena factura, resultados más que aceptables y que me hicieron pasar un rato muy entretenido.Ya se ve, mucho nombre femenino (y las que me he dejado), mucha ópera prima y muy buen cine. Feliz y cinematográfico año.