LA MAÑA: ANTIGUO BAR MARÍN
Chiringuito de Manuel Llop Gimeno
CASA LA MAÑA, vista aérea del chiringuito antes de ser derribado, con la excavadora muy cerca de su puerta. Ramon Josa, fotografía.
Por: Oscar López
La Maña invitaba a desayunar, por ser paisanos de Aragón y compartir largas tertulias, a Santiago Bielsa (Híjar, Teruel, 1938), conocido como “el maño Bielsa”, en el bar restaurante La Maña, propiedad de Manuel Llop Gimeno (Teruel).
El Ayuntamiento de Castelldefels lo nombró, al maño Bielsa, “Guardia de Moralidad”, el cual me comentó recientemente que estaban prohibidos todos los desnudos, topless y actos que atentaran contra las buenas costumbres de los ciudadanos. La playa de Castelldefels, allá por el año 1960, era una explosión de libertad y ocio para la clase trabajadora. Santiago Bielsa, el Maño, trabajó de noche en la empresa Rocalla y, simultáneamente, en la playa durante 10 años. Era el momento de custodiar el conjunto de costumbres y normas que se consideraban buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad. Fue también uno de los fundadores del Club de Fútbol Vista Alegre.
En el año 1961 llegaba a Castelldefels el arquitecto Ricardo Bofill para construir los Apartamentos El Sargazo y, ese mismo año, se destruyó el embarcadero de Playafels. Esta orden fue recibida por nuestro vecino, el sargento Lorenzo León Arroyo, quien por su condición de “condestable”, cargo en la Marina ocupado normalmente por el suboficial más antiguo del servicio de armas, supervisaba las existencias de armamento, munición y todo el material explosivo propio del servicio, así como de su mantenimiento.
Desde la Comandancia Naval de Barcelona tenían contratada una empresa de la Ciudad Condal para derrumbes, voladuras y demoliciones. Pero nuestro informante, el sargento León, tenía que suministrar la dinamita para tal cometido. Según sus conocimientos, eran necesarios unos 400 gramos de pólvora, y entregó así el material explosivo a los técnicos, en presencia del cabo Sierra de la Guardia Civil, como responsable de la seguridad en la zona. Pero la empresa, para asegurarse el éxito del derrumbe, utilizó más explosivo de su propiedad, situación que causó una gran incomodidad a los residentes de la playa por el fuerte estruendo provocado.
Respecto al chiringuito, el sargento de la Marina Lorenzo León, afirma que La Maña era solo un bar, y que antes se llamaba bar Marín. Siempre menciona los números de casetas y chiringuitos. Pero La Maña era un bar y no daban de comer.
Fue entonces cuando, investigando, hallé el testimonio del periodista Carles Mestres, en La Vanguardia, el martes 11 de julio de 1989:
«Para el Ayuntamiento de Castelldefels éste es el último verano de los chiringuitos de la playa. Para los propietarios de estos locales, en cambio, ‘a los chiringuitos aún les queda mucha vida’. Para el ayuntamiento todo está muy claro: ‘se acabó la prórroga y después de las vacaciones empieza el derribo’.
Los propietarios, a su vez, aseguran que “si derriban nuestras edificaciones, habrán actuado ilegalmente”. Los arrendatarios de alguno de los chiringuitos no ven, sin embargo, con malos ojos la desaparición de sus actuales negocios si después obtienen la concesión de uno de los nuevos establecimientos de los que dispondrá el paseo Marítimo de Castelldefels. Este es el caso de Manuel Llop Gimeno (Teruel), que explota el bar restaurante La Maña y que afirma que “el alcalde de Castelldefels nos ha manifestado verbalmente en varias ocasiones que, a cada uno de los que explotamos un chiringuito, nos dará una concesión de uno de los nuevos establecimientos”.
Según Llop, los nuevos locales estarán construidos en junio del próximo año: “O sea, que volveremos a trabajar el verano que viene”. Para Llop, “con las nuevas instalaciones daremos un mejor servicio a los clientes porque habrá más higiene. Pero este cambio supondrá, eso sí, romper con algo que es típico en Castelldefels: los antiguos chiringuitos. Hasta ahora la gente viene aquí porque los mayores pueden estar tomando algo en los chiringuitos y vigilar a los críos que están en el mar. Y lo que es mejor, en nuestros chiringuitos la gente come en bañador o en camiseta, sin distinción de ricos o pobres. Y eso, con la nueva remodelación, se perderá para siempre”.
Según este arrendatario, “las autoridades quieren que Castelldefels se convierta en ‘la escapada’ de Barcelona, y creo que lo conseguirán porque, según tengo entendido, tendremos una playa más selecta que la de Miami. Castelldefels será uno de los principales pueblos turísticos de la provincia de Barcelona”.
Los nuevos chiringuitos, según la responsable de Comunicación, Imagen y Turismo del ayuntamiento de Castelldefels, la concejala socialista África Lorente, “serán construidos en madera, con un diseño que recordará a la imagen de los que existían a principio de siglo en las playas, con una terraza exterior”. El precio de cada uno de estos nuevos establecimientos rondará los veinticinco millones de pesetas. Para África Lorente, “los antiguos chiringuitos han desempeñado una labor importantísima en nuestra población, porque han dado un gran dinamismo a la ciudad”.
“Ha sido un instrumento de proyección de nuestra localidad. Han creado una imagen de Castelldefels. Por eso pensamos que con los nuevos chiringuitos se mejorará esta imagen y se podrá dar más calidad en el servicio”. Asimismo, África Lorente ha manifestado que “en las conversaciones que he tenido con responsables de los negocios de chiringuitos, el alcalde adoptó ante ellos el compromiso de que tendrán una concesión en los nuevos».
Navegando por internet, topé con una hermosa historia del bar Marín, escrita por el Gran Uribe en su bloc de notas: Recuerdos del “Bar Marín”, en Castelldefels:
«Esta es una modesta historia de hace cincuenta y pocos años. Más o menos por estas fechas, y siempre después de la lúgubre Semana Santa de entonces, empezaba una temporada de domingos luminosos en la playa de Castelldefels. A bordo de un flamante Dauphine de color coral, nos encaminábamos hacia allí, convenientemente pertrechados con toallas, flotadores, crema Nivea y… una neverita milagrosa preparada con esmero por nuestra madre, “Patiña”. Acabado el baño, ese rato en que nuestro padre, “Tirano”, disfrutaba lo que no está escrito lanzando balonazos a lo que llamábamos “cachalotes”, íbamos a comer al bar Marín (en la fotografía), donde nos proporcionaban mesa, bebidas y la infraestructura necesaria (platos, vasos, “horquillas”, etc.). Era entonces cuando aparecía la mágica nevera que contenía una maravillosa ensaladilla rusa con atún El Asalmonado y filetes empanados. Otras veces íbamos a otro chiringuito que se llamaba bar del Carmen. Pero, en un lugar u otro, aquello siempre era un festín.
Ya por la tarde volvíamos a Barcelona, deslumbrados pero contentos, para ver por la tele (recién comprada a un sujeto llamado Bartrina) el capítulo de “Bonanza”. Esto se repetía domingo tras domingo hasta el anterior a San Juan, que ya nos pillaba en el pueblo donde pasábamos el verano, Hostalets de Balenyà, un “locus amoenus” del que hablaremos pronto porque fue un paraíso que no olvidamos».
El mar lo devuelve todo después de un tiempo, especialmente los recuerdos (Carlos Ruiz Zafón).